viernes, 14 de octubre de 2011

SOÑAR EL PASADO PERO DE OTRA FORMA

¿Casullo soñaba en los aciagos ´90, con un peronismo que volviera a empezar? El pasado que estaba por empezar, ó que había empezado, trajo otra forma que a él lo entusiamaba: era el kirchnerismo.



Jueves, 13 de octubre de 2011

LITERATURA › PUBLICAN ORIFICIO, LA NOVELA INEDITA DE NICOLAS CASULLO
Una Buenos Aires distópica imaginada allá por los ’90

El texto, extraordinariamente premonitorio por el momento en que fue escrito, hablaba de seres mutantes que vivían en la anomia, pero imaginaba tiempos fabulosos para Buenos Aires. Sale por Astier, la nueva editorial que dirigen Claudio Zeiger y Gabriel Lerman.







Por Silvina Friera

La escritura es el altar donde uno puede reencontrarse con los muertos. En los intersticios de los libros releídos, en los ecos de un ecléctico legado, en el diálogo con las tradiciones narrativas y ensayísticas, se eclipsan las ausencias. El trago amargo del duelo quizá sea más soportable cuando la letra impresa rescata las inflexiones de una voz entrañable. A veces sucede. Lo inesperado irrumpe y regresa el asombro del lector insaciable. Un tesoro audaz, salpicado de irreverencias, abandona los confines de la dimensión desconocida. Orificio, excepcional novela inédita de Nicolás Casullo –escrita a principios de los años ’90, que revisaba poco antes de morir, hace tres años–, se publica por primera vez en una nueva editorial, Astier (ver aparte). El terreno minado de estas páginas recuperadas está poblado de figuras espectrales. Tiempos inclementes, catastróficos, surcan el horizonte de una sociedad de mutantes que viven en la anomia más pavorosa que se pueda tolerar. Seres embrutecidos, arrasados, extraviados. Tribus encapsuladas en los antiguos barrios de la ciudad de Buenos Aires, en ese futuro cifrado en 2117, naufragan en el umbral civilizatorio.

La maquinaria casullesca resiste los embates del aplanamiento. Depredadora de saberes literarios, políticos y callejeros, configura una matriz que, al afilar argumentos y contaminar géneros y herencias, se retoba al encasillamiento apresurado. Ricardo Piglia señala en el texto de la contratapa de Orificio que los géneros populares, en especial el policial y la ciencia ficción, “han renovado la literatura política” y son los que han llevado “más lejos la crítica al capitalismo”. Piglia inscribe la novela de Casullo en esta tradición narrativa por el modo en que “anticipa y explora el imaginario apocalíptico de la crisis social”. Y agrega que recuerda, al mismo tiempo, “las conspiraciones de Roberto Arlt y las utopías sin esperanza de Walter Benjamin”.

La cuarta novela de Casullo, tan extraña si se la compara con las anteriores, aunque hija legítima de muchas de sus obsesiones, nació durante un verano de los primeros ’90. “Era una etapa en la que toda memoria parecía borrarse en aras de un futuro al que todos parecíamos precipitarnos sin mucha resistencia aparente”, evoca Ana Amado, docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en diálogo con Página/12. “Cuando se trataba de literatura, no comentaba una trama, no sintetizaba un argumento ni lo reducía a una ‘idea’ guía. Simplemente se sentaba y escribía.” Orificio fue escrita en la vieja Olympia, una máquina de escribir que le regaló Amado durante el exilio que compartieron en México. De pronto, este detalle de la intimidad permite ingresar a la trastienda de una instancia de la creación. “Esa máquina, muy resistente, se bancó por años los golpazos que siempre dio en las teclas al escribir. De hecho siguió haciendo lo mismo con los teclados de las computadoras; los cambiaba a cada rato porque los desbarataba o borroneaba las letras en un suspiro.”

Orificio –el personaje portador de un nombre del que no deseaba acordarse– y ese cosmos urbano violento y desarticulado –con cuerpos deshechos, “hueso y piel consumiéndose de hambre y de sed”– emergió de un tirón, al menos en su mayor parte. Ese tirón, conviene aclarar, implicaba la escritura siempre a mano en un cuaderno, hasta terminar un capítulo que luego pasaba a máquina y corregía. Y otra vez el arrebato de machucar las teclas de la Olympia para sacar la versión “definitiva”. Un trabajo de hormiga. “Cuando escribía literatura, no paraba casi nunca –revela Amado–. Se dejaba absorber totalmente por el ritmo de la escritura.” El manuscrito de Orificio, tan diferente de su antecesora, El frutero de los ojos radiantes (1984), una profusa biografía familiar que ahondó en el drama social de la inmigración europea en el Río de la Plata, quedó archivado. Nunca lo presentó en ninguna editorial. Poco tiempo después, en el verano de 1994, comenzó La cátedra, publicada en 2000, donde buceó en la vertiente de la novela gótica culta y el policial negro a la vez.

La escritura de Casullo –los ensayos, las ficciones y los artículos periodísticos que publicó, la mayoría en Página/12– se nutría de una erudición descomunal que irradiaba una jerga rea. Quizás Orificio sea una obra bisagra, el punto de intersección donde la alquimia casullesca barruntaba el “pensar entre épocas” con el combustible de la ficción. Amado cuenta que esta novela fue “un ensayo” de algunos rasgos de estilo que se consolidaron en La cátedra, “como el ritmo y la velocidad de los diálogos, las voces de personajes que se mueven con misteriosos códigos de catacumbas históricas o de templos medievales, pero con la lengua de una picaresca barrial de conventillos”. El lector podrá comprobar el oído especial de Casullo, que le permitía capturar y potenciar el habla barrial. “Podía traducir con fidelidad las voces en sus tonos exactos y hasta ‘epocales’, para usar una de sus expresiones, porque tenía mucha calle”, subraya Amado. Y un sentido del humor que en todas sus variantes –negro, feroz o chicanero– aparecía en su escritura ficcional y a menudo en la periodística como un rasgo notable.”
Los recuerdos humanizan la conciencia

Apenas iniciada la travesía por la Buenos Aires de 2117, “un año de advenimientos”, Orificio –“una bestia que ya mató a mucha gente”– avanza entre los escombros y las cataratas de lavas que caían desde las terrazas. Ahí está el Obelisco, donde se juntaban los bandoleros de Corrientes, “grupos de facinerosos que con los años se habían organizado en el desfiladero de la avenida”; gente capaz de convivir con soldados anarcos y miserables “que mataban para comer”. Cumpliendo con el oráculo de El Vigía, Orificio llegará al palacio de uno de los amantes filósofos, Lucas Zampino, quien intenta cuidar los 32 libros de la biblioteca de las hordas salvajes de Barracas. “No sirve recordar”, escupe esta criatura que profesa el credo del olvido. “Es doloroso vivir sin memoria –le retruca el joven filósofo–. Los recuerdos humanizan la conciencia.” Este diálogo despliega en el curso de la trama una tensión que explora la encrucijada de ese futuro agrietado por la retórica del indulto a los militares. Pero con la mirada fija en ese pasado que se pretendía clausurar, para horadar postulados cristalizados en la gramática del perdón.

Amado admite que en Orificio se materializa este profundo malestar, “desde las referencias bárbaras que podía concebir en aquella etapa que se empeñaba en negar el pasado”. Abundan ejemplos, como cuando Orificio se encuentra con una peregrinación de jóvenes con estandartes que aludían a dictaduras y derechos humanos –“trapos viejos y deshilachados”–; jóvenes que pronto serán barridos a balazos sin misericordia. “La cuestión de las identidades no termina de fijarse nunca porque no se sabe el origen de muchos de los personajes, sobre todo el de los niños robados para reeducarlos, para ‘recompaginarlos’. Esta es una expresión que me pareció muy feliz”, pondera Amado.

Afortunadamente, se avecinan tantas lecturas como lectores tendrá esta novela póstuma de Casullo. En un primer esbozo, se podría conjeturar que bajo el ropaje de la ciencia ficción, el escritor y ensayista pretendió taladrar el cauce de un sentido común que había naturalizado la inexorable descomposición social provocada por el tsunami del capitalismo neoliberal. Amado comparte esta aproximación. “Tiene aspectos visionarios cuando narra con minucia una tierra sombría donde parecen sobrevivir los más aptos o los de mejor puntería, donde no hay más pueblo, sino figuras singulares, figuras que están dentro del sistema de representación, pero que finalmente son puras siluetas. Aunque la salvajada iniciada de entrada por el menemismo planteaba un cuadro de situación que podría describirse en estos términos, no me parece que sea una novela en clave alegórica –aclara–. Hay una referencia sobre el tipo de creencia que reclaman los géneros literarios, cuando intenta certificar que lo relatado es lo que pasó, ‘textual’. Y que ‘no se trató de una novela ni de una ficción ni de ensayismo barato’.”
La aldea de los orilleros

De bestia a líder de una multitud, que responde más al hipotético estado de naturaleza hobbesiano, a una guerra de todos contra todos: éste es el itinerario del héroe en un país “roto”. En el camino, Orificio será recibido por uno de los maestros ancianos, en uno de los pocos barcos arrumbados en el puerto. “Cuando fuimos gobierno se remodeló la ciudad, que volvió a ser, allá por 1950, la armoniosa aldea de barro y paja”, recapitula el anciano. “Repusimos la aldea de los orilleros. Se proyectaron planes de desarrollo nacional de overos y zainos”, continúa enumerando esos progresos remotos, “antes de los años del Gabinete del terror”, sin escamotear una herida: el reproche a un viejo general exiliado que “nos defraudó”. La propia voz del anciano pondrá en remojo sus dichos. “Soñamos el pasado como si fuese lo único que está por empezar, pero de otra forma. Nos queda la nobleza de haber muerto en nuestra ley. No es poca cosa.”

¿Casullo soñaba, en los aciagos ’90, con un peronismo que volviera a empezar? “No sé si se trataba exactamente del peronismo –confiesa Amado–. En todo caso, de las ideas y propuestas del peronismo, pero no su liturgia. El pasado que estaba por empezar, o que había empezado bajo otra forma que a él le entusiasmaba, era el kirchnerismo.” En 2007, Casullo rescató este “eslabón perdido” de sus ficciones para digitalizarlo. Aunque no era nada afecto a la corrección sempiterna, otra vez revisó la versión digital de Orificio: cambió, alteró, retocó. La escena política estaba demasiado convulsionada en 2008, cuando él, en el apogeo de su intervención pública, gestó Carta Abierta, gran usina intelectual de apoyo crítico, y enarboló el vocablo “destituyente” frente al lockout rural. El vértigo de los acontecimientos, el desafío político y la urgencia de la escritura periodística le restaba tiempo. Y sin embargo, Amado fue testigo de cómo se entregó a la corrección sistemática de esta novela, avanzando despacio, con la intención de publicarla. “Yo insistía en que lo hiciera porque a partir de los estallidos del 2001 creía que podía ser leída como extraordinariamente premonitoria. Hasta decía literalmente que iban a llegar a Buenos Aires tiempos fabulosos, temibles, aunque desprendía esta información no de los diarios, sino de ‘manchas en el cielo’.”

Las noticias de los diarios, en esa sociedad en ruinas vislumbrada por Casullo, intrigan “como si fuesen falsas a propósito”. Consternado por los recuerdos, el Alquimista repasa el caos imperante en ese pasado lejano de la novela situado en 2015: la generalización de catacumbas, costumbres neoantropofágicas, inmolación de niños y enemigos, ametrallamiento de transeúntes entre sí, el cuentapropismo en la rama de enterradores y sepultureros, peregrinaciones por las cloacas y la permanente violación anal de encuestadores. La desmesura no tiene límites: “Es la propia población activa la que desea autopulverizar sus deseos, su memoria, y el propio cuerpo”. “¿Cómo leer las discursividades de un período crítico?”, se pregunta el Alquimista. El enigma, no exento de un acento dramático, perfora las trincheras de la ficción. Interrogante beligerante, provocativo, arroja un nudo de discusión trenzado por la pasión política. “Si las cosas ya no se escriben de otra forma, ya no se escriben.” Palabra de Casullo.

miércoles, 12 de octubre de 2011

El Néstor._

Recursos Naturales y Ambiente
Energía nuclear
Una opción para el desarrollo
El ex presidente Néstor Kirchner decidió retomar la construcción de la central Atucha II poniendo en marcha el plan nuclear en 2006 y recuperando el bastión más importante del desarrollo tecnológico argentino. Los casos de Aemania y Japón.
Por Victoria Castiglia | Desde la redacción de APAS
11|10|2011

La conveniencia de usar energía nuclear como fuente de energía barata ha sido puesta en duda, desde que ocurriera el terremoto y posterior tsunami que asolara a la central japonesa Fukushima.

La adopción o el abandono de la energía nuclear siempre ha sido una opción política de los gobiernos en la búsqueda de la independencia energética. No sólo se trata de la capacidad para acceder a la sofisticada tecnología atómica –durante muchos años en manos de un selecto grupo de países- sino también a la posibilidad de recurrir a otras fuentes de energía de manera de constituir polos energéticos de matriz diversificada.

Haciendo uso de esa potestad discrecional, el gobierno de Angela Merkel anunció en marzo un plan por el cual Alemania cerraría paulatinamente sus plantas nucleares para el 2022, convirtiéndose en la primera potencia mundial que abandona la energía atómica.

De esta forma, el desafío para los alemanes en los próximos 11 años será encontrar una fuente de energía renovable que cubra el 22 por ciento de sus necesidades eléctricas. A tal efecto, Merkel formó una comisión para revisar los planes nucleares y remarcó que "mientras más pronto salgamos de la energía atómica, mejor será".

La decisión estuvo determinada por las grandes manifestaciones de protesta contra la energía nuclear que se produjeron en Alemania y donde se concentraron alrededor de 100 mil personas en diferentes puntos del país.

Sin embargo, resulta difícil no pensar que detrás de la drástica resolución de la canciller alemana se esconde la necesidad de conservar el poder, seriamente amenazado por las dudas que genera al electorado la actuación de Merkel como líder europea frente a la crisis que se desata en todo el viejo continente y a la necesidad de evitar su colapso electoral frente a los partidos verdes.

El ministro de Medio Ambiente, Norbert Rottgen explicó que siete de los reactores más antiguos, cerrados después del accidente en Japón, no volverán a ser reactivados, y que otra octava planta que ya estaba cerrada por problemas técnicos, tampoco reabrirá.

A su vez, otras seis dejarán de funcionar en 2021, y las últimas tres se desactivarán en 2022. “Es definitivo. El final para las últimas tres plantas de energía nuclear es 2022. No habrá una revisión a esta decisión”, declaró.

La decisión alemana de cerrar sus plantas ha puesto al país en la necesidad de comprar la energía a Francia que, curiosamente, utiliza energía nuclear para su generación desde plantas situadas en un territorio que por su proximidad representa el mismo peligro para Alemania que el que se supone quiso evitar cerrando sus usinas.

A lo anterior debe agregarse el agravante de que Alemania no posee fuentes alternativas de energía que reemplacen la pérdida de casi un cuarto de sus requerimientos totales. Algo similar ocurre en Japón, donde no existe carbón, petróleo, campos de energía eólica, ríos caudalosos o sol suficiente para su conversión en electricidad. Tampoco los intentos por desarrollar usinas mareomotrices han sido de éxito. En ambos casos los países han perdido parte de su independencia energética cuestión que dificultará en el futuro sus pretensiones de crecimiento.

Más allá del miedo sobredimensionado o de la conveniencia política, la energía nuclear - tomados los recaudos necesarios no ajenos a otras energías- es limpia, segura y barata. Dichas características la hacen perfectamente apta para ser considerada dentro de planes energéticos estratégicos de matriz diversificada.

Consciente del problema y lejos de la decisión de Alemania y de Japón, la presidenta argentina Cristina Fernández se ha ocupado de diversificar la matriz energética de su país.

Su pensamiento salió a luz en un discurso que el pasado septiembre brindara durante la reinauguración de la planta nuclear Atucha II.

Así durante ese acto, Fernández relató que “el ex presidente Néstor Kirchner decidió retomar la construcción de esta central poniendo en marcha el plan nuclear en 2006 y recuperando el bastión más importante del desarrollo tecnológico argentino”.

Frente a la psicosis antinuclear desatada con posterioridad al terremoto japonés, la mandataria expresó que a pesar de que Fukushima haya ocasionado el “miedo” al uso de la energía nuclear en los habitantes del planeta, las condiciones para establecer una central en ambos países son distintas.

El Director del Posgrado en Administración de los mercados de energía eléctrica y gas natural del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), Ernesto Badaraco, explicó: “Es posible establecer con un marco regulador estable y previsible, las condiciones para que las ‘tecnologías ganadoras’ sean desarrolladas con valor agregado local, la participación de ingeniería argentina y seleccionadas por el mercado”. Lo que implica además, que la Argentina no se vea obligada a exportar sus recursos y pueda producirlos en su propio suelo, cuestión central de una política de independencia energética.

Según sostuvo Braradaco la adopción de fuentes que diversifiquen la matriz energética nacional contribuye a evitar los abusos comerciales de los países “productores de combustibles tradicionales y asegurar que los mercados serán ‘contestables’ y con una fuerte competencia a largo plazo. La concreción de las ventajas resultantes será verificable en bajos precios de la energía y abundancia de oferta

"Volveré y seré millones". MARYLIN

Cultura y Educación
Crónicas, siempre historias, hechos y relatos
Marilyn que vuelves a la tierra
Las sirenas de la ambulancia tragan trechos de circulación en busca de la salvación del mundo encarnado en un viejo que se ha roto una mano por querer andar en bicicleta. "El mundo es un asco", musita con un entrecomillado en armenio.
Por Sergio Berrocal (*) |
11|10|2011

Le regalé un costurero/grande, de raso pajizo,/ y no quise enamorarme/ porque teniendo marido me dijo que era mozuela/ cuando la llevaba al río.

En medio de la circulación maldita y ruidosa me imagino a Federico García Lorca llevándose a Marilyn Monroe a la orilla del río. Qué decepción tendría el pobre al descubrir que ya no era mozuela.

A Lorca, el poeta más idóneo de una Andalucía, que no España, llena de genialidad y sarcasmo, de facinerosos que agarran un cheque como los pescadores del puerto una sardina que quieren embellecer con un buchito de agua y peinándole las cejas. La España de los bárbaros del año 1936, cuando empezaba la guerra civil que en tres años, sólo tres años, iba a destruir toda una civilización acuñada por moros y cristianos que trataron de civilizar estas tierras salvajes.

Hacía tiempo en el año 36 que los moros habían tenido que salir huyendo de Andalucía, al igual que los judíos, con los que negociaban en la paz de los cementerios hasta que reyes católicos y malolientes se cruzaron en su camino.

Estamos tan vacíos en este siglo XXI de crímenes de guerra por doquier que los más desesperados tienen que recurrir a la belleza del pasado para reconciliarse, si no con la felicidad, al menos con una vida menos siniestra.

A Steve McQueen lo han arrancado de la tumba para que haga publicidad de no sé que atrocidad. Qué lástima que ya no tenga su Winchester de culata recortada para liquidar a tanto imbécil.

Pero alegrémonos de vivir en un siglo tan penoso, donde se destruyen países por el capricho de un monarca republicano y otro demócrata más allá del Mississipi ve como se hunde en el terreno pantanoso de su imbecilidad congénita. Guantánamo, lugar de terroríficos atentados contra la humanidad, sigue abierto y tan contento.

En Irak, ¿todavía se acuerdan de esa cuna de la civilización?, los muertos ya no tienen sangre. Los gritos del silencio lo cubren todo. Como en Afganistán, o en el cuerno de África. Pero, mire, amigo, todos tan contentos, porque gracias a estos siniestros y cadavéricos príncipes del terror nuestra Marilyn Monroe está cada día más presente. Vivimos una época tan fea que ella reluce con el brillo de una belleza sin par.

Cada día salen más enrevesadas letras para tratar de saber si era una intelectual o sólo una tontita guapa y maravillosa. En el libro que tengo a mi izquierda, Marilyn se enfunda en un jersey negro de cuello alto y un pantalón pirata blanco. Hay contraluces en la toma. Sus ojos brillan destapados mirando a no se sabe dónde. Me parece que fuma. Pero le habrán quitado el pitillo para adaptarse a la época.

En el planeta en que vivo han prohibido el tabaco a rajatabla. Los vecinos pueden denunciarte si das una fumada donde no debes y en la calle si te ven con un cigarro en la boca hasta pueden desterrarte a una isla perdida como la de Montecristo. Pero tú no te escaparás como él, porque tú no tienes por pariente a Alejandro Dumas.

Otro libro sobre Marilyn, Una rubia en Manhattan, el cuento de un periodista que la fotografió como a mí me hubiese gustado atraparla en mi Rollei durante unos días de 1955. Marilyn en el metro de Nueva York, donde un tipo la mira sabiendo que nunca podrá amarla. Marilyn sonriendo.

Sigue, persigue, me persigue el ulular de la sirena. Ben Gazzara pega unos golpes en la mampara que le separa del conductor: Stop! grita con acento de Broadway. El ululeo se para en seco. Ben abre la puerta, se quita la venda de la mano como en cualquier película y salta al asfalto. A la jungla de asfalto. Y de nuevo se acuerda de Marilyn Monroe.

Y Federico García Lorca, fusilado por estúpidos fascista únicamente por ser homosexual, "maricón" como decía el jefazo que mandó ajustarle la cuenta definitiva, seguiría cantando.

(*) Escritor y periodista francés radicado en España.